Tempranito, a comer,
llegó papá Elefante
aflojó su cinturón
y desabrochó sus tirantes.
Y papá Elefante,
contento y barrigón,
se sirvió su sopa
con el cucharón.
Junto a él, el elefantito
estaba sentadito.
Sin comer, la sopa miraba
meneando la cuchara.
A ver, hijito,
si tomas la sopa
y cuando comas
no suenes la boca.
Pero, papaíto,
es la servilleta
la que no me deja ni comer,
porque me la amarran
siempre en el pescuezo
y así no me puedo yo mover.