Cri-Crí fue a visitar a don Pimpirulando. Este, don Pimpirulando, es un enanito con ojos color violeta y una gran barba blanca que le llega hasta los pantuflos.
Don Pimpirulando se rascó la calva y, tras corta reflexión, opinó: --Bueno, en caso de que no entiendan algo, esperemos que siquiera les guste la musiquita. Podría creerse que en México abundan los elefantes. ¡Falso! Un circo había quebrado en San Juan de los Charcos y el elefante fue parte del embargo por impuestos no pagados. Como el paquidermo comprometía la estabilidad económica del pueblo, las autoridades planearon endilgárselo al primer forastero que llegase. Tal suerte cupo a Cri-Crí. Este dio amablemente las gracias y retornó a la capital con el elefante. La primera dificultad surgió cuando el animalito no cupo por la puerta de la casa y tubo que quedar en la calle, amarrado a un árbol. Las casas modernas son muy reducidas; cosa natural porque en la ciudad el metro cuadrado cuesta como si fuera cúbico. Cri-Crí se resolvió a poner un aviso en los diarios: "Vendo barato hermoso elefante". Ninguno contestó. Días después, Cri-Crí hizo publicar otro aviso: "Regalo elefante que come poco". Tampoco nadie se interesó. Un tercer anuncio ofrecía: "Dare diez monedas de oro a quien acepte un elefante delgado". Ante la tentación del dinero acudieron algunos individuos, pero todos ellos dijeron que el elefante se veía gordísimo. "No lo crean ustedes", repetía Cri-Crí. "Realmente está desmejorado, sólo pesa 1800 kilos". Siendo imposible deshacerse del paquidermo, Cri-Crí cambió su casa por un corral en los aledaños. Pero la ciudad va creciendo día con día; muy pronto Cri-Crí y su elefante tendrán que largarse más lejos. La expansión de la ciudad va borrando los típicos arrabales de antaño. Fenómeno arquitectónico que amenaza tambien a cierto gato encariñado con las callejuela torcidas.
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