Este nuestro mundo es un planeta descontento.
Todos anhelamos aquello que no tenemos. Los negritos quieren ser blancos; los blancos se asolean par verse negros; los gordos desesperan por adelgazar y los flacos ya no saben qué hacer para estar gruesos; los pobres ambicionan dinero y los ricos codician más dinero. La regla es absoluta; hasta la regla quisiera ser compás.
El propio Cri-Crí que desde pequeño no ha hecho otra cosa que escribir cuentos y canciones (lo que supone una vida venturosa), también desea un cambio.
Sueña con ser barrendero. Y, dejandose llevar por la imaginación, Cri-Crí se dice: Hete aquí que ya soy barrendero. Una mañana, muy temprano, cuando comienzan a apagarse los luceros, barro suavemente frente a un palacio. La hija del rey despierta en su lecho de columnas de oro y pregunta: -¿Quien barre allá afuera con ritmo tan dulce y acompasado? Cien pajes le informan: -Un apuesto barrendero cuya escoba refulge bajo los primeros rayos del sol. La princesa sale al ventanal y, al verme, se desmaya enamorada. El rey, que la adora, me hace llamar y me ennoblece. Ahora soy el emperejilado duque de la Polvareda. Ya todo está listo para la boda; la corte luce sus mejores galas. Pero el taimado e intrigante marqués del Plumero hace desaparecer mi escoba. No pudiendo barrer, debo mostrarme nuevamente como cuentista y compositor. ¡Qué bajo has caído!, exclama desdeñosa la bella princesa. Y mi felicidad se derrumba. "Con las aristócratas hay que andarse con cuidado", agregó Cri-Crí.
"Todavia puedo referirles otro caso tristísimo que se refiere a un abejorro que vivía en un agave, pero antes de comenzar la música aclaremos que, en México,al abejorro se le llama jicote; al agave, maguey, y al zumo azucarado que produce esa planta, aguamiel. Lo demás espero que lo entiendan".