Cosa de millones
© Francisco Gabilondo Soler " Cri-Crí el Grillito Cantor"


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Cri-Crí recibió una carta que parecía un telegrama, telegrama por lo breve y concisa.   En tres líneas más cuatro palabras y un punto final se le anunciaba la visita del representante de una editorial de música.
¡El próximo jueves a las cinco!   Así fue: En el día indicado y con una puntualidad que hizo rechinar al reloj, un tipo alto y seco llamó a la puerta de Cri-Crí.   Sin perder el tiempo en caravanas, cumplimientos, ni preguntas sobre la salud de la familia, el representante de la compañía mostró sus credenciales y una libreta de cheques.
  La importante editorial deseaba comprar canciones de Cri-Crí.   Esa gigantesca empresa se dedica a imprimir todas las escalas en gran escala.   El recién llegado preguntó a Cri-Crí si estaba dispuesto a componer cien canciones por semana durante cinco años de contrato, o sea 26,000 canciones en un lustro.   Cri-Crí se quedó con la boca abierta.   En lo que va del año apenas a podido concluir una canción y echado a perder otra.   El representante le aseguró que solo una producción intensiva conduce a la opulencia.

    "Mire, señor experto, no me hable usted de riquezas", respondió Cri-Crí.   " Yo conocí a un individuo que firmó un contrato para recibir todos los días un millón de billetes.   La primera semana el hombre estuvo feliz.
Al cabo de un mes comenzó a depositar los billetes en los bancos porque en su casa ya no cabían.   Al año haber firmado el contrato, los financieros le hicieron saber que ya no podían admitir más billetes debido a que los bancos estaban tan atiborrados de ellos que no se podía dar un paso en las oficinas.   ¡Un millón le seguía llegando cada día! Mandó edificar grandes cobertizos para almacenar su papel moneda.   Pronto se agotaron los materiales de construcción y no se contó con sitiopaar guardar la avalancha de valores.   El hombre trató de esconderse para evitar recibir el millón diario.   se refugió en las bibliotecas públicas, donde es fama que no entra nadie, pero hasta ahí lo encontraban los encargados de entregarle el dinero. ¡Un millón todos los días! ¡Un millón! Ya desesperado apiló los billetes en la calle, con un letrero que decia: "Señores ladrones, tengan la bondad de robar todo lo que gusten". Pero los ladrones sospecharon alguna añagaza y dejaron el dinero intacto.   Tanto papel en la vía publica impidió la circulación de los vehículos y las autoridades obligaron al archimillonario a quemar los billetes. Pero para incinerarlos necesitó tales cantidades de petróleo, carbón y madera que acabó con los pozos, las minas y los bosques de todo el país.   Y, como pesadilla, seguía recibiendo un millón de billetes cada mañana.
"No, no quiero oír hablar de riquezas", recalcó Cri-Crí. " Me las vería más negras que la negrita Cucurumbé".


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