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Roco, Tico, Maco y Paco, los amiguitos de Cri-Crí, después de participar en el improvisado tamboreo primitivo, y dejando para otra ocasión bombardear con fango a las ranas del río, retornaron a casa ya entrada la noche.
Su aventura tuvo un final trágico; tras la puerta los esperaba la tía Ripia armada con un garrote y varios sermones biliosos, para amenizar. Consecuencia de la escapatoria: amén del rudo recibimiento, al día siguiente Los Cuatro Invencibles quedaron castigados en sus habitaciones, sin permitírseles poner los pies ni en el patio.
La jornada transcurrió con una lentitud insoportable. Cuando el sol estaba colgado en el cielo, estilo tres de la tarde, Cri-Crí, enterado de la prisión de sus amigos, se coló en la casa (asunto bastante fácil para él, ya que una vez fue grillito).
Roco, Tico, Maco y Paco tenían el gesto más triste que un calendario a fin de año. ¡Cómo echaban de menos los tambores y la proyectada ofenciva contra las ranas del río!
Para consolarlos, Cri-Crí inventó otro juego:
--Ahora seremos chinos.
En la cocina se procuraron una sartén, dos cacerolas, el molinillo del café, cucharas y un puñado de fideos mojados. Los fideos mojados se ponen bajo la nariz, y semejan largos bigotes de mandarín. Abanicos, aunque distintos de los usados en el lejano Oriente, los hallaron abundantes en un cajón del cuarto de la tía Ripia que, por fortuna, estaba ausente. A cada frase chinesca de Cri-Crí, Los Cuatro Invencibles debían contestar: "¡Chin-chinchin!", pero acampañando la respuesta con música oriental (a lo que contribuía el gato, cada vez que le pisaban la cola). Y dieron comienzo a su fantasía, mientras los vecinos se preguntaban si acababa de inagurarse alguna hojalatería. El retorno inesperado de la tía Ripia dio al traste con el concierto de música chinesca. La emprendió a escobazos contra sus sobrinos, sin que de ello se librara Cri-Crí. Este huyó porque, desde aquellos días en que fue grillito, le ha quedado un desagradable complejo con relación a las escobas. Cuando la distancia hizo innecesario correr más , Cri-Crí pensó: "¿Por qué las tías regañonas siempre encuentran mal las sugestiones fantásticas que yo les hago a los chicos? ¡Hum! Posiblemente porque esas tías han olvidado por completo que alguna vez fueron pequeñas". Sin este olvido lamentable de los mayores, carecería de importancia el envejecer; todos los seres serían tan alegres, como en el momento de llegar a la vida.
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