Las personas afectas a trasnochar, a vivir de noche como si fuera de día, son taciturnas y poco propensas a reír. Podría objetarse que los animales, aunque se acuestan temprano, tampoco ríen ni son expresivos, pero un observador atento, que se tomara el trabajo de permanecer varios años en la selva africana quizás llegaría a sorprender la amplia sonrisa de un león en el instante preciso en que al cazador se le acaban las balas. No es necesario ir hasta el Africa, basta el jardín para captar el suspiro alegre de la tortuga que por fin llega al extremo lejano de la senda. En cuanto a los gatos, todos ellos ríen de noche sobre el tejado y con suavidad sarcástica los animales jamás prodigan la risa por no poner en entredicho a muy famosos parques zoológicos. El valor de la seriedad es muy apreciado por los personajes importantes; cuanto más serios se muestran, más categoría les concede el mundo. ¿Sabe alguien de algún payaso que haya llegado a ser jefe de estado? Contener la risa es una disciplina esencial; si una persona que pasa llevando una bolsa de huevos resbala en el piso mojado, cae y se le rompen todos los huevos, debemos reprimir la carcajada y reservarla hasta llegar a casa. En privado se pueden hacer cosas que serían mal vistas en la calle; en la intimidad hogareña podemos reír cuando nos venga en gana, sobre todo si nos reímos de nosotros mismos; reírse de uno mismo es altamente saludable y mucho más generoso que estallar en carcajadas cuando un semejante va a dar al suelo con dos docenas de hermosos huevos. Otra actividad casera que puede ensayarse sin temor a comentarios es el baile. La danza es una tendencia natural que se ha practicado en todas la épocas por individuos blancos, negros, amarillos, rojizos, aceitunados o de colores intermedios. Bailar es agradable y útil al organismo; hacerlo en público tienen sus peros, en cambio, en casa, en una habitación aislada con un receptor de radio o con un aparato tocadiscos, cualquiera puede entregarse a las contorsiones que discurra su imaginación. El baile a puerta cerrada evita engrosar y aunque algunos gordos jamás adelgacen, adquieren gracia, lo que no es de despreciarse. Cuando nadie lo ve, Cri Crí bailotea como azogado no necesita cuerda como le sucede a ese juguete de hoja de lata carente de iniciativa.
|