La gente adulta, las personas ya crecidas, son incomprensibles, y sus juegos habituales carecen de sentido. Tal es la opinión de Cri Crí. Los mayores casi siempre se divierten con un juego que llaman comercio, el comercio se juega así:
dentro de la tienda hay un largo mostrador detrás del cual hay una señorita o un jóven que se pasan el día mirando hacia la calle. Entran otras personas a cambiar dinero por objetos poco interesantes, que rara ves son dulces o juguetes. El que entró vuelve a salir con su paquete y el vendedor guarda el dinero en un cajón. ¿Para que lo guarda? ¡Con lo bonito que es arrojar las monedas al riachuelo para verlas brillar en el fondo como peces redondos! Ese juego de cambiar dinero por cosas que no son ni golosinas ni muñecos, lo repiten sin cansarse jamás; y, lo que es
peor, los jugadores nunca ríen. Hay otro juego de grandes que llaman
"velada literario-musical". Lo juegan así: se llena un salón de gente sentada, una señorita canta algo muy agudo ¡como si acabara de ver un ratón! Después canta un señor con voz tan baja que recuerda un toro amarrado. Suele terminar el juego con otro señor más que dice versos, pero moviendo tan sólo las manos y los brazos. Si el declamador agregara alguna voltereta a su recitado, parecería mas bonito su acto. Al final, todos los sentados aplauden pero tampoco ríen. Cri Crí no puede comprender tanta seriedad: él prefiere los juegos de los pequeños en los que si hay carcajadas y se corre, se salta, se grita y nadie queda quieto.
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