A la orilla glacial de un estanque,
un pato silvestre pensó
¡En catorce jornadas de viaje,
volando, volando, tal vez llegue yo!
Escondido tras juncos delgados,
el pato de este cantar
esperaba temblando de frío
el fin de la noche, ansiando viajar.
A nivel con la niebla del agua,
el pato silvestre juró
¡Aunque truenen y crujan mis alas,
volando, volando, mañana me voy!"
Porque siempre que cae el invierno
los patos del norte emigran al sur,
hacia el cielo de tierra caliente,
que es transparente, brillante y azul.