Si a usted le gusta el dinero,
quizá podría escuchar
un caso que es verdadero
y sucedió en la ciudad.
La historia de don Usufructo
que haciendo dinero era un as,
dinero con cuyo producto
tenía cada vez mucho más.
Con todo y gozar buena suerte
el pobre estaba muy mal,
durmiendo en la caja fuerte
junto a su gran capital.
Ansioso pasaba revista
a todo aquel dineral
y vivía el tal prestamista
de contar y contar y contar.
¡Contando, contando,
contando, contá,
contando, contando,
sin nunca terminar!
Si a usted le gusta el dinero,
quizá debía recordar
el fin de aquel usurero
que conmovió a la ciudad.
La fama de don Usufructo
lo hacía capaz de tener
la plata por un acueducto
y el oro a todo llover.
Lo cierto es que era de esos
de los que no comen ni dan
pensando en el signo de pesos
y el tanto por ciento mensual.
Lo sorprendieron los cacos
que entraron por la vecindad,
y al quitarle sus queridos tlacos
lo dejaron sin nada, sin na'.
¡Sin nada, sin nada,
sin nada, sin na' ,
sin nada, sin nada,
sin nada y sin na'!